lunes, 22 de diciembre de 2008

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Reflexiones sobre el sin-sexo*

Caminas hacia la parada del camión, como todos los días. Paso tras paso; camino interminable. Llegas a la banca de metal. Te sientas a esperar mientras observas a tu alrededor; ahí están los anuncios que acompañan la estructura de la banca: dos grandes carteles que anuncian películas a estrenar, productos femeninos, productos masculinos y etcétera. Hay tanto que decir y tanto que anunciar, tanto para publicitar.
Siéntate bien. Mueve tus piernas para estar cómodo. Ahora observa con mayor atención los anuncios: ¿qué ves? Mujeres guapísimas y hombres guapísimos. Las primeras tienen grandes escotes, pequeñas faldas, altos tacones que resaltan y pronuncian aún más las largas y delineadas piernas. Los segundos llevan camisas abiertas que muestran sus veintiocho cuadros abdominales, su pecho hirsuto.
Viene ya el camión, a carrera veloz. Levanta la mano, encoge los otros cuatro dedos hasta tener sólo el índice apuntando a la otra acera. Ahora observa el camión antes de subir. Hay una chica humeante en calzones y sostén color rosado; parece que va caminando por la calle, tan natural y relajada, con los cabellos que ondean con el viento. Con sus senos, ¡ay, sus senos! Tan redondos, tan increíblemente blancos, tan firmes, tan invitadores.
Te subes al camión imaginando que estás sobre esa nena, dentro de ella. Es decir, dentro del camión y del afiche que está pegado en él, porque hoy en día todo espacio es bueno para la publicidad, ¿sabes cuántas personas leen este mensaje?, ¿sabes cuántas oportunidades de clientela pierdes día con día? ¡Anúnciate! Dentro de ella, con sus senos firmes, dentro de ella. La primera vuelta tosca y brutal; alguien timbra, dentro de ella. Abre la ventana pues comienza a sentirse cierto calorcito (dentro de ella todo es cálido). El chofer no se detiene; alguien grita, insulta, maldice. Avanza, avanza rápidamente, ella avanza hacia el frente, ella avanza contigo dentro, dentro y muy dentro.
Al fin, el chofer se detiene de forma seca y tan adentro. Las cabezas se van hacia adelante y suena un “ahhh...” en colectivo. Seguro están pensando lo que tú, seguro se sienten dentro de la nena de los senos firmes, redondos y blancos. Seguro que de tanto avanzar y de haber frenado tan duro, han tenido un orgasmo mental. Dentro de ella. Bájate ya, es hora de caminar hacia la escuela o el trabajo. Observa el camino, no te vayas a tropezar. Ahí están los carteles otra vez, ahí están los hombres guapísimos y las mujeres guapísimas que tendrán hijos perfectos, guapísimos que pararán los penes de los varones y humedecerán las vaginas de las damas.
Ahora obsérvate, regresa a la maldita realidad, pervertido... o pervertida. Vas al trabajo, a la escuela, la misma de hace montones de días, aburrido, a-bu-rri-do. Ándale, comienza a ensayar la sonrisa frente al maestro, frente al jefe; comienza a pensar de qué hablarás para disuadir el tema de tus problemas familiares, económicos. Piensa en tu vida aburrida sin nenas de pechos firmes ni hombres hirsutos y marcados, sin fornicar día y noche hasta que sangres. No.
Reflexiona un poquito sobre tu entorno: vives en el sexo pero, ¿lo tienes? No, seguramente. Qué es lo que pasa. Por qué el sexo se ha vuelto tan necesario; no, corrige. No se ha vuelto necesario, se ha vuelto común. Se ha vuelto rutinario. Piensas ahora que nada es como las películas, en las cuales un hombre y una mujer se aman y se desean y unen sus cuerpos y sus espíritus en un acto más allá de lo humano, con una conexión mística que revela todos los secretos del universo y que, entonces, después del orgasmo, saben la verdad. No. La mujer de los calzones rosas pegada en el camión no te abraza después de eyacular, cuando estás cansado de masturbarte. No. El chico de los veintiocho cuadros abdominales no te contempla y te dice cuán hermosa eres sin importar tus lonjas y tu celulitis. No.
La soledad que provoca la publicidad obsesionada con el sexo es inaudita. Es inmensa. Crees ahora que nada vale lo suficiente, que lo mejor es ir al centro de la ciudad, beber algunas cervezas en el Antrópolis, donde el alcohol está a diez pesos por botellita y las chicas son más relajadas, aunque más feas. Pero no hay prejuicios y ahí sí hay amor, al menos para una noche. Una noche sin juegos de manos, porque son juegos de villanos. Una noche al menos en la que te sentirás querido o querida. Y te abrazarán y te besarán y estarás satisfecho al menos por una hora, hasta que amanezca y ella corra y tú corras y regreses de nuevo a los adentros de la chica de los calzones rosas, a la contemplación de Paris Hilton y su nueva fragancia, a la fantasía de los modelos de Hugo Boss y tu gordo trasero.
Pero supón que no. Supón que has decidido rebelarte de manera discreta pero eficaz contra la masa. Supón que volteas a ver a la nena y la miras como un pedazo de bistec a medio término, aún sangrando. Te da asco por fácil, te da asco por sangrante. Te da asco porque es inalcanzable y te repugna el camión, estar dentro de ella. Te repugna ser, caminar entre seres que aceptan y gustan de banalizar el sexo, el amor en su faceta carnal.
Supón que tampoco es eso. Supón que no te rebelas. Supón que irás al Antrópolis o mejor al Mcmullen’s o a La puerta (esto para subir de nivel, claro) y las chicas son tranquilas, abiertas. Los chicos son relajados y sonrientes. Nadie te niega una conversación y todos te tratan amablemente. Supón que el chico callado y misterioso que se sienta en un rincón y platica con sus amigos se acerca a ti. Supón que ya lo habías visto, supón que te atrae. Ahí viene, decidido y con gran determinación. En sus ojos hay una especie de barbarismo tierno que te ata y enloquece y tratas de tranquilizarte pero es en vano —la culpa de que tus hormonas brinquen de esa manera la tienen los modelos de Hugo Boss, definitivamente—. Voltearás hacia el suelo y verás tus piernas temblando, sentirás cómo empiezas a transpirar y tus axilas apestan porque has bailado como hace tanto que no bailabas; además estás algo pasada de peso y tanto mover las caderas te ha dejado un poco exhausta.
Él te habla, te dice lo mucho que le gustas y que le gustaría tomar un café contigo, otro día. Aceptas, como idiota, de manera autómata. Sonríes, le das tu teléfono, tu e-mail y tu Clave Única del Registro de Población, sólo por si las dudas. Él se va no sin antes sonreírte. Y ya no hay más modelos de perfumes, carteles de películas, orgías para depilación, seductores futbolistas. Allá vas ensoñada con un solo hombre a quien ya has visto, quien te ha hablado. Tomas el café que planearon. Y es todo.
No hay sexo ni amor, ni unión eterna en un universo paralelo; no hay somos un solo ser, no hay compenetración de almas ni de cuerpos ni de mentes ni de espíritu. No hay sexo, no hay románticas declaraciones de amor, no hay andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos que Cortázar te ha vendido. No hay Corazón coraza, Benedetti. No hay pétalos de rosa en el cuarto lleno de velas, no hay jacuzzi con espuma ni olores exóticos. No hay incienso ni seda roja ni espejos en el techo ni je t’aime, mon amour, veux tu couches avec moi? Tes yeux sont la lumière de ma vie, oh ma petite sucre! No.
Estás solo, estás sola, sin sexo, después de treinta años, cual Virgen a los cuarenta. Entonces te dices que es una elección personal pero no, es una broma de los dioses, una mala pasada del destino. Sabes que si se acumula más semen en tus testículos estallarás y por eso, que quede claro, sólo por esas razones de salud, te masturbas vigorosamente. Piensas cuántos hijos perdidos, cuántos óvulos que se van a la basura, cuántos santos a vestir y no serán suficientes para contar el tiempo perdido ni para distraer tus pensamientos del sexo. Porque la chica de los calzones rosas sigue ahí, con sus senos firmes y su camino veloz y sus frenadas en seco, en sexo. Tanta soledad.
Supón ahora que te rebelas, que evitas a los chicos y a las chicas y ves el sexo publicitario como un sucio truco de la mercadotecnia y miras los ojos y no los senos; mira la expresión facial y no los cuadros y los bíceps y encuentras a un ser humano que ha decidido vender su cuerpo porque en el mundo de hoy todo espacio es bueno, todo el sexo no basta para vender, porque la gente lo desea, lo pide a gritos, se va corriendo a comprar el champú que hace que la mujer tenga un orgasmo al aplicárselo. Porque tú no sabes cuántas personas leen esta revista y no tienes nada qué anunciar y no pierdes miles y millones de clientes día con día.
Te pondrás político y moral para entonces y pensarás en las niñas de diez años con minifaldas y delineadores negros y pequeños senos con sostenes rellenos de algodón. Pensarás en lo ridículo de adelantarse, cuando tú fuiste tan feliz jugando a Supermán, trepado en las ramas de los árboles, volando y volando. Pensarás en cuán vano es el mundo y cuán poco importa lo que eres por dentro. Pensarás en las mentiras que nos inventamos para despistar nuestra superficialidad: “Lo de adentro es lo que cuenta”; “está feo pero tiene bonitos sentimientos”; “la suerte de la fea la bonita la desea”; “te amo”; “el amor mueve montañas, hace milagros”.
Pensarás que estás solo o sola, pensarás que el sexo es una estupidez, pensarás en las veces que has tratado de tenerlo, de hacerlo; pensarás en las ocasiones en las que te encierras en tu habitación a jugar con tu muñequito. Pensarás lo difícil que es estar solo, sabrás que a pesar de tu familia y tu esposa o tu novio o tu amigo con derechos o tu free o tu amigovia, estás solo, estás sola. A pesar de la masturbación y del sexo desenfrenado que nunca has tenido estás solo. Sabrás entonces que con o sin sexo estarás desolado. Estarás desolada. Entonces te darás cuenta de lo rápido que los anuncios publicitarios te vacían; sabrás que los valores que se han promovido desde hace tiempo están muertos porque los hemos asesinado en nombre de la libertad maligna.
Sabrás que la libertad que pregonamos no es otra cosa que libertinaje. Sabrás que estás solo en medio de reflexiones que nadie más entiende. Sabrás que nadie más quiere reflexionar al respecto. Sabrás de tu soledad, de la rapidez con la que la sociedad del sexo —no es sociedad del conocimiento, es sociedad del sexo el mejor nombre para llamarla— te ha absorbido, te ha quitado tus pensamientos, tu ser, tu personalidad. Tu alma. Sabrás entonces que eres otro y otra más anhelando ser ese saco de huesos deseable por todos; sabrás que quieres ser deseado. Sabrás que quieres un abrazo.
Y te sabrás solo.
Ω

Yayushka
* Publicado en el número cuatro de an.alfa.beta

martes, 11 de noviembre de 2008

En una sala de lectura de la escuela de Humanidades de la UABC


Así es, Revista An.alfa.beta se pasea por Tijuana, la antigua ciudad de la Tía Juana, la ciudad de los 14 asesinatos diarios, incluso en miércoles, y 250 ejecuciones en dos meses. : /
La ciudad de los burros cebra que se pasean por la Revo y de la calle Coahuila con sus putas. Bueno, pues ahí, entre tantos vicios malgastados pero con sus cosas bonitas al final del día se pasea an.alfa.beta y nos manda un saludo.

martes, 4 de noviembre de 2008




El próximo número de la revista an.alfa.beta, el número blanco, está en marcha. Al mismo tiempo, os informamos que queda abierta la convocatoria para todos aquellos que deseen participar. El cierre tentativo de la edición es el 10 de noviembre.
Hay tiempo, ¡escriban!

La dirección: revista.analfabeta@gmail.com

De igual forma, os pedimos que adjunten una breve semblanza o perfil como los que pueden apreciar en la sección colaboradores de nuestros últimos números.
—Frank

domingo, 5 de octubre de 2008

No hay quinto malo.


Revista An.alfa.beta celebra su primer aniversario con la aparición del número cinco. El periplo que ha vivido desde la publicación del número zero (sí, con zeta) en septiembre del 2007 ha dejado muchos momentos gratos y otros no tanto ─preferimos quedarnos con los gratos. Lo importante es que ese grupo de lectores, colaboradores, partícipes y fraguadores de la revista se ha extendido a un grado inimaginable durante aquel largo proceso de gestación de an.alfa.beta. Desde Chiapas a Tijuana, y un poco más allá, an.alfa.beta ha encontrado un espacio en muchos rincones literarios y no literarios. Desde un museo, una biblioteca, un bar, un café y hasta una Catedral (la de Saltillo en este caso, vista lateralmente) an.alfa.beta circula por ahí. Y se lee y se ojea y genera reacciones y genera emociones y regenera opiniones. No se puede pedir más. Ahora, con este nuevo número, volvemos a la carga con un diseño más sobrio. Después de la experiencia agradable que nos dejó la temática de los dos números anteriores (un especial de cuento y otro de sexo) regresamos a la misma capirotada que tanto nos gusta. Encontrarán de todo, lo de siempre y un poco más., incluyendo muchos caracoles dorados. Dejen caer sus comentarios, ya saben dónde.



─Frank

jueves, 24 de julio de 2008

Una bala y cuatro an.alfa.betas


Aquí está ya, al fin, el tan ansiado e inesperado "especial de sexo". No hay no-vedades, tampoco censura, sólo el mismo sexo crudo y duro sin muchos tapujos que no se ve ni se lee en demás publicaciones. Para los que entendieron la razón de este "especial" bien, para aquellos que no, lástima. El número cuatro de an.alfa.beta ya está circulando, esperemos que tengan suerte y uno de estos números pueda caer en sus manos, si es así, esperamos que, a su vez, nos dejen caer sus comentarios. (Nota: La portada fue obra de Julieta Colás).

—Frank
revista.analfabeta@gmail.com

martes, 24 de junio de 2008

0 y van 3

El 10 de junio de este año presentamos el número tres de an.alfa.beta. Sí, ya estamos en el número tres y aún quedan 3 números más por venir —3 más, al menos. La presentación estuvo a cargo del profesor José Luis Martínez Canizález.
Un agradecimiento a él y a todos los que estuvieron por ahí, y a aquellos que no fueron pero que sabemos que hubieran querido estar ahí, también. De paso, los invitamos a que colaboren con este humilde proyecto. El número cuatro, como muchos ya saben, será una suerte de especial de sexo. "Si Quo, Muy interesante y La Rocka tienen su especial de sexo, ¿por qué nosotros no?" fueron las palabras del sabio Lejaim. Echada la suerte, se decidió que también tendríamos uno y ahora nos vemos en la imperiosa necesidad de echar a andar nuestras mentes lujuriosas para darle forma y sentido —pero más forma que sentido— a este nuevo número. No sean gachos y echenos una mano.

—Frank

revista.analfabeta@gmail.com